martes, 10 de marzo de 2015

Cuaderno: Aristóteles. Metafísica - Luis Hernández.

Luis Hernández
Luis Hernández es uno de mis héroes de la poesía. Amo leer sus poemas. Platón, que es muy sensible a la poesía, disfruta cada vez que le recito sus poemas sentados sobre una alfombra amarilla, a la sombra de una tipa que florece en los albores del verano.
Platón disfrutando un poema de Luis Hernández.

Digo todo esto sin haber leído la recopilación extensiva que Yerovi hizo de su obra en la segunda edición de Vox Horrísona (edición ahora inhallable). Lo único que he leído de Luis Hernández son algunos cuadernos recuperados y colgados en la Colección Especial de la PUCP en internet, la breve antología realizada por Mirko Lauer, también titulada Vox Horrísona (que tuvo una edición reciente gracias a PetroPerú; la reseñaré en otro momento), y este cuaderno que encontré un día en la librería Inestable (esa que está al ladito de Pollos Piers) por el módico precio de ocho nuevos soles. La edición es muy mala; sin embargo, se resalta el coraje de editar y publicar un cuaderno de Luis Hernández, que tienen muy poca nula difusión entre el público en general.

La edición en cuestión
El cuaderno comienza con una cita:
Todos los hombres tienen
naturalmente el deseo
de saber.
Aristóteles. Metafísica 
cita también a Percy Shelley (recordemos que Luis Hernández es el maestro de las citas a modo de epígrafe, no sintético, sino iniciador del sentido, como si fuera el umbral a través del cual accedemos a la atmósfera del poema que visitaremos):

I love you! -Listen, o
embodied Ray
of the great Brightness
Percy Shelley

y el primer poema del cuaderno:

... pero sé
del instante
en que ha
de surgir la dicha:
no conozco
de ti sino la sombra
conque besas
al Tiempo
no conozco
de ti sino
la flor alada
porque de tus labios
a tu cuerpo
no conozco
sino el estruendo.

Este poema es el más importante de este cuaderno por la sencilla razón de que (uno se da cuenta de esto cuando leyó el cuaderno completo) desnuda el motivo en torno al cual gira el cuerpo del cuaderno casi en su totalidad: (auto-) referencia y repetición. Este poema reaparece con ligera variación en Tercera Elegía e incluso traducido al inglés en Urania. Después aparece un pequeño poema:

Je me souviens encore
Mandolina:
Yo me recuerdo aún
Cuando el sol
Era en tus ojos
 que también reaparece traducido al inglés en un pasaje de Urania:

Mandolina
Je me souviens encore
When the sun
Was in your eyes
And through
your eyes
to your heart
(fragmento de Urania)

y así, ese pequeño (y brevísimo) cuaderno está plagado de (auto-) referencias, unas más obvias que otras, pero que definitivamente disfrutamos cuando les descubrimos y vibramos con los ecos de su abolengo, como con la referencia (con minúsculas variaciones en la puntuación y la continuidad de la frase) a Ezra Pound, manuscrita en griego:
 Oh bright Apollo!
 τιν' άνδρα   τιν' ήρωα 
 τίνα θεόν
 (Por cierto, en la edición ponen "Oh light Apollo", cosa que asumo errada, aunque con los poetas de la generación del sesenta uno nunca sabe, porque tenían bastantes faltas en la ortografía del inglés).
Un poquito de Urania, para que les pique el bicho

Tenemos varios otros hermosos ejemplos de repetición y referencia en el cuaderno, por ejemplo,  Chanson D'amour, De nouveau l'Alouette, Erato y, por supuesto, Urania (¡googlea!). El cuaderno concluye con Elogio de la Medicina, que es un poema tras el cual es difícil recobrar el aliento (¡búsquenlo!), y Autobiografía al estilo de Pérez Galdós, una cosa muy refrescante y divertida, pues nos pone en contacto directo y sin escalas con nuestros dieciséis años.

Elogio de la Medicina

El cuaderno Aristóteles. Metafísica termina ahí; sin embargo, esta pequeña edición tiene un hermoso tesoro que regala a modo de Otros Escritos. Dos breves poemas (ambos titulados Poema de Navidad), tres breves relatos, entre los que resalto Alexander Scriabin: Concierto en Fa, Op.20 (¡léanlo!) y el que es, para mi, el más bello poema de Luchito Hernández:

Lo mejor que siempre
me sucedió
fue haberte conocido.
Lo único que me sucedió
fue conocerte
lo mejor que me sucedió
yo lo recuerdo
con melancolía
francamente extraordinaria
junto a las casetas
al borde del mar.
This funny book
resembles
many different
places of my life
lo mejor que me
sucedió fue el
conocerte
lo único que me
sucedió.

Hermosura <3
Sé que este pequeño libro es una joya inhallable (razón por la que no pude resistirme a poner este último poema), pero, lo que sea que vean que tiene a Luis Hernández Camarero como autor, ¡cómprenlo! y aún más importante, ¡compártanlo!

Un tipo cool

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